24/03/2022

La vida después del genocidio

Retazos de una experiencia militante
Entrevista realizada por: Claudio Veliz, Pablo Lassave, Ana Clara Isi y Lautaro Veliz | Dirección de Cultura y Comunicación | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

En el marco del 46° aniversario del golpe que instauró el terrorismo de Estado en Argentina, nos visitó nuestra compañera Dora Barrancos para contarnos su experiencia como mujer, docente y militante del campo popular, en aquellos años fatídicos del genocidio.

Con Dora damos un adelanto de lo que se viene: el regreso de La tela de la araña, revista icónica de nuestra Secretaría.

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La tela (LT): Lo primero que queremos preguntarte es cómo viviste el golpe del 76, qué estabas haciendo y dónde te encontrabas…

Dora Barrancos (DB): Bueno, a mí me corresponden las generales de la generación 60 y 70. Era muy diverso el aspecto que presentaba la asimilación de la gente joven a una perspectiva de militancia social y política que se daba de manera masiva. Estábamos frente a la proscripción del peronismo y a una situación falaz e ignominiosa respecto de lo que podía ser la “retórica de la democracia”, un paradigma que en ningún lugar era consistente. Esto, sumado a la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam y las efervescencias que despertaron dichos acontecimientos. Vivíamos en un orden completamente inquietante y, por todo esto, mi generación tenía la convicción de que la transformación radical de nuestras sociedades estaba a la vuelta de la esquina. Hubo una inscripción masiva de las clases medias al peronismo e incluso excediéndolo, una enorme asimilación a fórmulas de reivindicación de los derechos de las mayorías oprimidas. En esta atmósfera se inscribía mi vida. Yo había tenido militancia en la Juventud Peronista, muy aquilatada a partir del 67-68, y cuando vino el golpe yo trabajaba en el PAMI, donde tenía un cargo bastante importante. Soy de les primeres profesionales a cargo del PAMI…

LT: ¿Cuánto hacía que se había creado el PAMI?

DB: Se creó con nosotros, en el 71. Ese mismo año, yo cambié muchísimo -estaba casada, con hijas chiquitas y me separé­- pasé también a integrar uno de los primeros planteles como socióloga allí. Seguíamos militando en el propio PAMI. Hicimos la primera huelga y piquete en la calle, en un momento en que no había prestaciones y se les estaban sacando los recursos a los jubilados y aposentados. Además, nosotros estábamos contratados de manera vil, cada tres meses había que renovar el contrato. Entonces, decidimos hacer un paro general y cortar Av. Córdoba a la altura de Cerrito. Por supuesto, cuando llegué a mi casa ya tenía el telegrama de despido. Fuimos dieciocho cabecillas les despedides. La atmósfera en la que vivía en esa época era de militancia, militábamos mucho. Yo militaba en la JP en un barrio del sur, en la zona de Ezpeleta. Después de la muerte de Perón, las cosas se pusieron muy difíciles respecto de la propia división que se vincula, directamente, con Montoneros, como es bien sabido. Eso generó un divorcio interno. Yo, por ejemplo, no adhería a esta agrupación y dentro del propio grupo había posiciones diversas. Cuando llega el día fatídico del 24 de marzo, había una enorme efervescencia y discusión porque evidentemente el golpe estaba en el aire. El problema era la tremenda brutalidad de la Triple A y el hecho de que se viniera el golpe alentaba cierta expectativa, en algunes de nosotres, de que los “milicos” iban a poner cierto orden a esta situación. La Triple A, incluso, nos pudo haber llevado a nosotras. En un momento determinado, mientras estaba en PAMI, estuve trabajando en educación. Hacía una pequeña asesoría y un día fuimos escrachados en la revista Cabildo, que era de la extremísima derecha. Si se analiza bien, la revista hacía la oferta de los que se debían aniquilar. Es decir, a los que aparecían en la revista escrachados con nombre y apellido, allí debían apuntar. Lo hacían de la siguiente forma: “fulano de tal lugar, de inscripción marxista leninista, vive en la calle tal…”

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LT: La delación mediática no ha cambiado demasiado…

DB: Sí… la diferencia es que aquello implicaba la muerte: allí estaban los sujetos que había que eliminar.

LT: ¿Vos aparecías como “subversiva” o cuál era la designación?

DB: Decía algo así como que yo era “una intelectual marxista, vestida de peronista”, algo así… Para el 24 de marzo ya había una discusión entre una parte de nosotres mismes que tenía la desventurada idea de que el régimen militar, ya completamente despojado de cualquier operación “silenciosa”, pudiera establecer un orden que acabara con la energúmena brutalidad de la Triple A. Me acuerdo de que comimos con un grupo de compañeros unos días antes del golpe, en una fonda cerca de donde estaba el PAMI, y la mayoría se mostraba muy negativa respecto de la expectativa del golpe. Obvio que no había fisura en la denostación de Isabel Martínez de Perón, sobre todo por López Rega. Era muy siniestro. Y yo me acuerdo de que dije: “cuando se haga el golpe, nosotros vamos a parar a la zanja”, sin imaginar, sin calcular ni advertir en ello una premonición. Era un estado de desasosiego, y no nos equivocamos. El PAMI fue uno de los lugares donde más expuestos estuvimos; además, el Ministerio de Bienestar Social fue tomado por la armada. El golpe de ninguna manera fue una sorpresa, nosotres lo esperábamos. Yo estaba segurísima de lo que iba a pasar, pero no puedo asirme a ninguna premonición sino a una especie de análisis objetivo y predictivo: “estos vienen a borrarnos definitivamente”, y eso fue lo que ocurrió.

LT: Y la vida universitaria, ¿cómo se vivió?

DB: Yo ya era docente. La universidad estaba dirigida por Rodolfo Puiggrós. Con la intervención, quedó en manos de la derecha peronista y a mí me sacaron los cargos que tenía. Era profesora adjunta en un seminario y en otra materia. Recuerdo perfectamente que después había que validar las cursadas porque la gente se había quedado en el aire. Entonces, un día me llamaron y ahí conocí a las huestes que Ivanissevich había puesto acá. Era impresionante, no les puedo decir lo que eran los forajidos…

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LT: Estamos hablando de la carrera de sociología que dependía, por entonces, de la Facultad de Filosofía y Letras… ¿Qué nombres de compañeros o compañeras vienen a tu mente?

DB: Muchas. María Antonia Berger, que fue una de las sobrevivientes de la matanza de la Base Almirante Zar –eran tres– y finalmente terminó “chupada”, era mi compañera. Horacio González fue compañero mío, como también lo fue en el PAMI, así que hay toda una historia... Sístole y diástole éramos con Horacio. Él estuvo unos días detenido, ¡menos mal que mucho antes del golpe! Digo “menos mal” porque ahí hay una cuestión tajante: haber sido detenido antes del golpe o después. Eso no quiere decir que los que fueron detenidos antes no terminaran aniquilados luego; hay un grupo que aun habiendo sido detenido antes no zafó, pero fueron muchos menos porque ya estaban “blanqueados”. El discurso era que habían intentado fugarse o que había habido un enfrentamiento, como en el caso de Trelew. Ernesto Villanueva, que actuó con Rodolfo Puiggrós en la universidad y ahora es rector emérito de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, de la que fue fundador. Pedro Krotsch, quien lamentablemente acaba de fallecer. Susana Torrado, con quien tuve una relación académica y muy afectiva. Había una gestión militante, la vida se gestionaba muchísimo con la militancia, la existencia se gestionaba con la militancia.

LT: ¿Cómo viviste la militancia desde tu condición de mujer?

DB: Para entonces, en líneas generales, las militantes no nos considerábamos feministas. El orden de inscripción, las sensibilidades, las motivaciones fundamentales, existenciales, pasaban por el compromiso de ir a resolver la contradicción principal: la de las clases sociales. Entonces, no nos movíamos de ahí, aunque obviamente nos reconocían muchas cosas a las mujeres. No pensábamos en nosotras, al contrario, nos teníamos desconfianza. Pensábamos, como el viejo régimen de pensamiento, que se trataba de una cuestión de las burguesas. Antes del quiebre fundamental en nuestra existencia que fue el terrorismo de Estado, yo creo que todas las de mi generación adheríamos en la propuesta de Simone de Beauvoir, pero la leíamos como literatura, no como interpelación. Después, hemos vuelto a esa lectura de otra manera. Pero no era una asignatura que estuviera en las rebeliones que planteaba mi generación, eso iba a venir por añadidura, lo que de ninguna manera significa que hubiera una tolerancia absoluta. Hubo muchos escarceos y demás, pero lo que demuestran historiográficamente todos los trabajos que hay ahora es que al final las funciones de las mujeres eran bastante subalternas en todas las organizaciones armadas. No se revelan cuadros femeninos de dirección, Montoneros nunca los tuvo. Arrostito nunca fue dirigente. Quizá por una tradición política y cultural, en el PRT y el ERP sí hubo un encuentro con la condición femenina y sus reclamos. De todos modos, cada organización tuvo su grupo especializado en la cuestión de las mujeres –como fue el caso de “Evita” dentro de Montoneros– pero no había una escalada de reclamos que interpelaran al patriarcado, de ninguna manera.
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LT: Paradójicamente, algunos de los lugares asignados por el patriarcado a las mujeres, terminaron operando como un aval para la resistencia… pienso en las Madres de Plaza de Mayo…

DB: Por supuesto. Ahí hubo una treta sin que tuviera una significación consciente. Ellas usaron la misma calificación sintagmática de una madre que es impoluta. Eso les sirvió para una organización que se pensaba como apolítica, que no tuviera ninguna posibilidad de estar colonizada por la política para evitar flancos débiles. Como ustedes saben, su construcción fue la arquitectura política más vigorosa del siglo XX, para colmo, muchas de esas madres le dieron un giro decididamente feminista. Para entonces, no éramos feministas, no vislumbrábamos en ello una contradicción principal. Fue el exilio el que nos despertó a las mujeres hacia el feminismo. La enorme mayoría de las que salimos al exilio, nos hicimos feministas en el exilio.

LT: Y vos, ¿dónde hallaste tu refugio?

DB: En Brasil. Íbamos a ir a México, pero mi compañero tenía una imagen muy idealizada sobre Brasil y otra coincidencia fue que teníamos una relación muy entrañable con una querida figura que fue el primer Director del Hospital de Clínicas; un gran médico que había estado en la guerra civil española, había sido consultor de la Oficina Panamericana de la Salud, había estado en Cuba y Brasil. Mi marido, también médico, dijo: “hay que ir a Brasil” y, ya para entonces (1977), la dictadura brasileña estaba en un craquelé.

LT: ¿Cómo llegaste a la decisión de exiliarte?

DB: En el año 76, habían ocurrido cosas muy terribles. Entre ellas, la desaparición de mi prima de 20 años que había vivido una temporada en la casa de mi madre. Por otro lado, en el PAMI teníamos una red por la que nos avisábamos: “agarraron a fulano”. Estábamos muy prevenidos, vivíamos en medio del terror. Yo, para entonces, ya había perdido todos los trabajos, pero era lo de menos. Lo que nos decidió fue el secuestro de una amiga a quien le preguntan por mí y luego de cuatro días la sueltan. Ella rápidamente se las ingenió para avisarnos. Ahí, ya había que ser muy torpe como para insistir en quedarse. Coincidió, además, con la desaparición de un íntimo amigo cuya familia también logra avisarnos, sobre todo a mi hermano que militaba con él. Era un asedio insoportable. Al lado de la casa de mi madre vivía el Comodoro Vaca. Cuando ocurre el golpe, le ordenan ir de interventor a San Juan a punta de pistola. con una pistola. Según lo que nos cuenta, había lugares en los cuales algunas órdenes las daban en francés. Hacía referencia a la escuela argelina que instruía a los torturadores. Esto lo vine a saber muchos años después, por supuesto. Todas estas circunstancias nos obligaron a exiliarnos. Ya no se podía ni respirar…

Dora Barrancos es licenciada en Sociología, doctora en Historia, profesora titular de la UBA, directora de la Cátedra Abierta de Género y Sexualidades de la Universidad Nacional de Quilmes, doctora Honoris Causa de la Universidad Nacional de La Plata e investigadora principal del CONICET, organismo cuyo directorio integró entre 2010 y 2019. Actualmente, se desempeña como asesora ad honorem del Presidente de la Nación, y como presidenta del Consejo Asesor del Ministerio de la Mujer.